lunes, 14 de enero de 2013

PASIÓN Y LENGUAJE A FAVOR DEL MÉTODO



Por la Dra. Judith Susana Morel
  • Profesora de Educación Media en la Enseñanza del Inglés. UPNFM
  • Master en Ciencias Sociales con Orientación en Sociología. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO, Sede Argentina. Buenos Aires
  • Doctora en Educación. Universidad Católica de Santa Fe, Provincia de Santa Fe, Argentina


Pasión. Lenguaje. Dos significantes y unos cuantos significados para cada uno según quien los lea. Aparentemente sin ninguna relación entre sí, puestos juntos, y nada menos que a favor de un método. ¿Será posible o no dejará de ser más que un juego de palabras?

Tomando a Feyerabend y su anarquismo, apropiándome de términos de lingüística y del análisis del discurso, pretendo darle a cada uno de ellos el lugar muy especial que han ocupado y ocupan a lo largo del desarrollo del conocimiento científico. En el pequeño análisis que hago a continuación, comienzan juntos, luego, sin ánimo de compartimentar mi discurso, me detengo en cada uno para darles su espacio, y finalmente vuelven a estar unidos. Creo que mediante este volver a estar unidos será posible dar respuesta a mi primera interrogante. ¿Será en verdad posible?


I.-

“La pasión da lugar a una conducta específica que a su vez crea las circunstancias y las ideas necesarias para analizar y explicar el desarrollo total, para hacerlo ‘racional’.” (Feyerabend, 1984:22). Si la pasión es el motor de todo nuevo intento de descubrimiento de nuevas teorías, obviamente el lenguaje será, continuando con la metáfora, el combustible que hará que ese motor no sólo se encienda sino que siga andando. ¿Por qué el combustible?, ¿cuál es si no, aquel elemento que está presente en todo momento, y que es indispensable para que se dé el desarrollo?

Comencemos por la pasión, término que dadas nuestras premisas culturales y los significados ocultos del mismo, no nos remite sino a los lados oscuros del significado. Automáticamente la pensamos como algo disociado por completo de aquello tan `sacro y puro’ (otra premisa cultural sustentada por años), como es la ciencia. Pero despojemos al término de su lado oscuro y revaloricémoslo, ¿Qué queda entonces? Volvemos al principio, es definitivamente el impulsador lógico de todo nuevo intento. Tomemos a Polanyi quien nos lo confirma: “el apasionamiento científico no es simplemente un producto sicológico, sino que cumple una función lógica que representa un elemento indispensable para la ciencia.” (Polanyi, 1964). De hecho, las ciencias son creación del ser humano, y en todo lo que el ser humano ha creado ha puesto pasión, ¿Por qué entonces pretender hacerlas tan lejanas a las personas, tan abstractas y tan poco sociables?

A esto es a lo que se nos ha acostumbrado desde siempre, a que existen dos extremos, en uno los científicos con su racionalidad, sus teorías perfectamente limitadas y su discurso impersonal, y del otro el resto de la humanidad, pobres mortales dominados por la pasión, sin límites fijos, con nuestro discurso de todos los días. Nótese aquí, que el elemento que más se ha utilizado para mantener alejados a los dos extremos ha sido siempre el lenguaje. Es obvio el porqué, si se usara el mismo lenguaje habría comunicación, los científicos dejarían su sitio privilegiado y se unirían al resto de los mortales, lo que les haría perder su aura porque se establecería la comunicación. El lenguaje ha sido el escudo que han usado, pues “es preciso, evidentemente, que la significación del enunciado se comprenda […] esa es una condición general de la comunicación.” (Lyotard, 1987:26). Es claro, entre dos personas que no utilizan el mismo discurso no hay comunicación[2].

Además –volviendo al inicio de nuestras interrogantes- decíamos que porqué tratar de hacer a las ciencias tan abstractas; para esto vimos que uno de los elementos más usados es el lenguaje, así como la negación de la pasión. Negarla, pues el hecho de admitir que se la vive y se la siente sería situarse en el extremo del resto de los mortales, y esto es algo que ningún científico “que se precie” querría hacer.

Pasión es lo que nos lleva a dudar de una teoría establecida, a querer probarla, a desear quizás saber que pasaría si hacemos exactamente lo contrario. Pasión es lo que a través de la historia ha llevado a accidentes, coyunturas, sucesión de eventos que han dado lugar al desarrollo del conocimiento. Feyerabend (1984:14) nos recuerda que “nadie puede decir en términos abstractos, sin prestar atención a idiosincrasias de persona y circunstancia, que es lo que precisamente condujo al progreso en el pasado, y nadie puede decir que intentos tendrán éxito en el futuro.” ¿Qué es lo que diferencia a la idiosincrasia de una persona y de otra? La pasión y como la vive cada uno. Es lo que impulsa a cada individuo, enmarcado dentro de las circunstancias que lo acompañan.

Si nos remitimos a Mill y su defensa de la proliferación, la cual toma como una solución y la sustenta diciendo que ésta es el poder elegir entre varias alternativas, el tener opiniones diferentes o modos antagónicos de vivir, vemos que todo hace que si se llega a la unidad de opinión esto estará dado como resultado de una libre y completa comparación de opiniones opuestas (la contrainducción de Feyerabend). Pero, ¿cuál ha sido el hilo conductor de todo? Si tomamos en cuenta que en la construcción del conocimiento científico “los conceptos, al igual que las percepciones, son ambiguos y dependen de las anteriores experiencias de la persona, de su educación, de las condiciones generales del medio” (Feyerabend, 1984:61), y al mismo tiempo advertimos que “esta coincidencia de la parte (hombre individual), de lo puramente subjetivo y arbitrario con lo objetivo y legal, es […] uno de los más importantes argumentos en favor de una metodología pluralista” (Feyerabend, 1984:26). Es aquí entonces que podemos dar respuesta a  nuestra pregunta, afirmando que el hilo conductor de todo ha estado sobredeterminado[3] por lo que Feyerabend llama apasionamiento científico o pasión –apropiándose del término empleado por Kierkegaard).


II.-

Anteriormente resaltamos el hecho que las ciencias son creación del ser humano, y en base a esto nos surge ahora otra pregunta ¿por qué no darle a las ciencias el mismo lenguaje y las mismas actitudes y tendencias que siempre acompañan al ser humano? Veíamos también que uno de los puntos que mantenían la distancia entre lo científico y lo corriente es la diferencia de lenguaje, diferencia que se da generalmente de modo intencional, para mantener una suerte de `pureza’ científica. Tradicionalmente mediante la educación se ha condicionado a los individuos a que separen los diferentes campos –que no mezclen por ejemplo física con metafísica- compartimentando el saber, buscando la pureza científica. El inconveniente es que esta compartimentación hace que el individuo deje de pensar y actuar como un todo y que “incluso su lenguaje deje de ser el que le es propio” (Feyerabend, 1984:15). Esto conduce a su vez a la idea de que existe un método fijo, infalible, que dará respuesta a todas o casi todas nuestras interrogantes científicas, lo que se traduce en una visión del ser humano y su entorno social demasiado ingenua y simplista. Esto dado que es ingenuo creer que todo lo que dio resultado en el pasado lo dará en el futuro, pues como señala Hume “nada de lo que suceda en el futuro, puede estar lógicamente garantizado por el conocimiento de lo que ocurrió en el pasado”. Y, de acuerdo con Feyerabend (1984:31) vemos que “cualquier estabilidad prolongada […] debe ser tomada como una indicación de fracaso, puro y simple.”

Pero volvamos a nuestro punto, el lenguaje. Decíamos que el lenguaje de aquel que llega a ser –o pretende ser- especialista, deja de ser el que le es propio. Esta persona se impone a sí mismo vivir bajo ciertos estándares, decide n mezclar sus gustos o actividades de su vida privada con su vida `científica´, de tal modo que esta última se ve privada de los detalles que hacen a una vida plena y rica. Llega a manejar un doble discurso, aquel de su vida pública y de su vida íntima. Pero, finalmente, ¿cuál llega a imperar sobre el otro?, es importante esto por el eco que pretenderá tener –o tiene- en la sociedad. “G. Giménez señala que todo discurso remite implícita o explícitamente a una `premisa cultural´ preexistente que se relaciona con el sistema de representaciones y valores dominantes (o subalternos) cuya articulación compleja y contradictoria dentro de una sociedad define la formación ideológica de esa sociedad.” (Buenfil Burgos, 1985:17). Y teniendo en cuenta también que “el discurso es en sí mismo práctica porque interviene en la reproducción /transformación de las formas de la convivencia social.” (Buenfil Burgos, 1985:19).

En su extensa cita número 13 de Contra el método, Feyerabend (1984:132-133) muestra cómo el diferente uso del lenguaje en los textos científicos los acerca o aleja de nuestros sentidos. Hace notar que mediante expresiones tales como `he visto´, `me ha sorprendido´, `me encantó´, `no puedo evitar preguntarme´, todas reflejando pasión en su interior, y usadas para hablarle a un amigo, Galileo relata su invención del telescopio –y no podemos pasar por alto que ese descubrimiento fue uno de los más importantes de la historia-. Como extremo opuesto coloca a los conocidos sexólogos norteamericanos Masters y Johnson. En un libro que trata especialmente de la conducta cotidiana de gente normal y de un asunto para el que no existe una terminología especial lo menos que se esperaría encontrar sería un lenguaje vivo e interesante. Por el contrario, hacen uso de un lenguaje de especialistas, que “ya no es un modo humano de hablar […]; se levanta un muro entre los escritores y sus lectores. Y este feo, inarticulado e inhumano idioma se hace presente en todas partes y ocupa el lugar de una descripción más simple y directa.”

Galileo y también Newton –aunque el discurso científico de su tiempo estaba altamente especializado y contenía muchos términos técnicos- supieron hacer surgir mediante su lenguaje, la pasión que vivían con sus descubrimientos. Esta pasión los hacía libres y dominar a las palabras, no dejarse dominar por ellas. Por el contrario, Masters y Johnson han deformado su sensibilidad y su talento lingüístico y uno se pregunta si es que ya no pueden hablar de una forma directa. Es bueno entonces señalar que sería aconsejable para una persona el que tenga diferentes lenguajes a su disposición, siempre y cuando sea capaz de cambiar de uno a otro cuando la situación así lo requiera.

Existirían idealmente tres alternativas posibles: la primera, sería que el discurso científico maneje los mismos códigos utilizados en el discurso común al resto de la sociedad; la segunda, que los códigos (o significantes) usados por el discurso científico y el discurso común fueran los mismos pero difirieran en su significado; y, por último, que los códigos usados por el discurso científico fueran totalmente opuestos a los códigos del discurso común. Obviamente, las dos últimas alternativas planteadas son las conocidas y comunes, mientras que la primera de ellas se presenta como la alternativa ideal.

Volviendo al punto de partida, la respuesta a la pregunta de por qué no darle a las ciencias el mismo lenguaje y las mismas actitudes y tendencias que siempre acompañan al ser humano, se replantearía enfatizando el ¿por qué no, si es posible? Lo importante es cómo, y es aquí donde dejo abierta la duda ¿sería esto posible mediante la aceptación por parte de los científicos del uso de códigos que fueran fácilmente decodificables por el resto de la sociedad, o dejaríamos esta tarea a la educación, en donde –como afirma Basil Bernstein- cuando se realiza el proceso de construcción del discurso pedagógico éste sea recontextualizado, seleccionado, ubicado y reubicado de tal forma que sea accesible a los educandos?


A modo de conclusión

Feyerabend construye todo su argumento alrededor de su famoso principio `todo vale´. Éste podría llevar en sí mismo varios mensajes destinados especialmente a los científicos. Uno de ellos es que dejen de lado el temor a salirse del camino establecido, que pongan su pasión y, sobre todo, que recuerden la importancia del ser humano, de la humanidad, que la persona “vale” , y vale en el sentido de acercarse a ésta mediante el lenguaje. Las personas han pasado generación tras generación separándose cada vez más de sus pares, inventando códigos para diferenciarse de otros, han formado élites de `especialistas´ que mediante la utilización de un lenguaje `difícil´ (término usado comúnmente), han logrado mantenerse a distancia.

Desde siempre se nos ha hecho creer que las ciencias no son para todos, que no podemos admirarlas o entenderlas como podemos hacerlo con una obra de arte. Por otra parte, hemos creído tanto y por tanto tiempo que lo verdaderamente científico sólo es pertenencia de las llamadas ciencias duras que generalmente al hacer ciencias sociales se ha tratado de trasladar conceptos, códigos y esquemas de las ciencias exactas y, aunque traten del ser humano, han quedado escritos sus estudios en el mismo discurso `de especialistas´, lejano a los seres humanos comunes.

El cómo acortar la brecha para que los discursos científico y común puedan finalmente articularse, lo dejamos planteado anteriormente. Es imprescindible insistir en la importancia del lenguaje. No sabemos con exactitud la diferencia que hubo -en minutos- entre el nacimiento de la sociedad y el del lenguaje, pero después que ambos nacieron lo fundamental es que ya no pueden darse uno sin el otro. De nosotros depende el tener una sociedad que comparta códigos, o varias sub-sociedades.

De todo esto, considero importante no hacer ciencias sociales con esquemas rígidos pertenecientes a las ciencias exactas, ni adoptar indiscriminadamente su terminología. “Si las Ciencias Sociales analizan procesos y estructuras sociales, la posibilidad de acceder a ellas está dada en el lenguaje. Este es el vehículo de las opiniones y concepciones de los sujetos; gracias al lenguaje se puede abstraer sensaciones y codificarlas de manera que sean comunicables.” (Buenfil Burgos, 1985:44).

Pero volvamos al mismo Feyerabend (1984:122) y tratemos de no olvidar “que la separación existente entre las ciencias y las artes es artificial, que es el efecto lateral de una idea de profesionalismo que deberíamos eliminar, que un poema o una pieza teatral pueden ser inteligentes a la vez que informativos […], y una teoría científica agradable de contemplar […] y que podemos cambiar la ciencia y hacer que esté de acuerdo con nuestros deseos.”

¿Qué es lo que ha hecho que estemos más cerca del arte?, obviamente la pasión que en él percibimos y el lenguaje que se nos hace familiar. Pasión y lenguaje, ingredientes imprescindibles de todos nuestros actos cotidianos, ¿por qué no podrían serlo también de la ciencia?


Bibliografía
-   
       Bernstein, Basil, 1990, La construcción social del discurso pedagógico, Textos seleccionados, Producciones y Divulgaciones Culturales y Científicas El Griot, Bogotá.

-          Buenfil Burgos, Rosa Nidia, 1985, Introducción al análisis del discurso. Perspectivas de investigación en Ciencias Sociales, Documento de Trabajo, DIE CINVESTAV, México.

-          Feyerabend, Paul K, 1985, Contra el Método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, Hyspamérica, Buenos Aires.

-          Lyotard, Jean François, 1987, La condición postmoderna, Editorial Rei, Buenos Aires.
-          Polanyi, Michael, 1964, Personal Knowledge. Towards a post-critical philosophy, Harper & Row, New York.

  



[1] Parafraseando el título de la obra de Feyerabend, Contra el Método, me permito esta licencia apoyándome en lo que considero es el principio alrededor del cual gira toda la argumentación de la misma, el principio “todo vale”. “Hay solamente un principio que puede ser defendido bajo cualquier circunstancia y en todas las etapas del desarrollo humano. Me refiero al principio todo vale.” (Feyerabend, 1985, p. 24). De ahí entonces que pasión y lenguaje estarían a favor del método todo vale.
[2] Se aclara que las categorías “discurso” y “lenguaje” están usadas en su acepción amplia y no restringida.
[3] Sobredeterminación es una categoría proveniente del psicoanálisis y aplicada a la investigación en ciencias sociales. Su sentido remite no a una determinación, sino a múltiples determinaciones, no a suma de factores sino a articulaciones diversas y complejas.

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